lunes, 13 de diciembre de 2010

Lugares comunes a lo patojo

Caja de resonancia

La resonancia es la coincidencia de dos frecuencias; la caja es un cubículo rectangular.  Así era la radio antigua: una caja rectangular con dos perillas, una que variaba el volumen, cambiaba el valor de la resistencia (potenciómetro) y, por lo tanto, regulaba la corriente que llegaba al parlante; la otra perilla variaba un condensador metálico y por ende la frecuencia; era el que producía una frecuencia que coincidía con la de la emisora que uno quería escuchar, la sintonizaba.  De aquí viene la expresión caja de resonancia; todo lo que la radio emitía se multiplicaba exponencialmente al público oyente.

Ahora en tiempos modernos cuando no saben qué es una perilla ni mucho menos una caja, las emisoras se sintonizan bajo el mismo principio pero en “aipods”, aparatos chiquitos -como lagartijas- que valen, cada uno, lo mismo que tres docenas de radios antiguos y caben en una lágrima.  Para poder oír hay que meterse unos adminículos en los únicos depósitos de cera que tenemos, que nos aislan del mundo exterior como a Beethoven, porque oímos lo mismo que el genio: un carajo.  Sólo escuchamos lo que viene de adentro.  Como sería incómodo decir hoy: “Lizard ipod”, para estar a la moda, seguimos utilizando caja de resonancia para referirnos a los bochinches que se propagan por los medios radiales.

Hay otra acepción más sutil y es la más usada.  Cuando un político utiliza a otro -pendejo o avispado, vaya uno a saber- para decir sus verdades -¡qué diablos, sus mentiras!-, a este último le enchapan -le ponen la chapa- con el consabido caja de resonancia.  De suerte que tenemos la expresión suprema para identificar al lambón: el doctor Hermenegildo Insuasty es la caja de resonancia del presidente de Asoyuca, el doctor Papamija.

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