Buscar una aguja en un pajar
Yo no sé por qué tienen que botar las cosas, en especial las chiquitas, y en un pajar todavía. Por qué no botan en un pajar, por ejemplo, un rinoceronte que es más fácil de encontrar. Este giro se refiere a una empresa imposible, como la maternidad de los hombres. Que un hombre pare -de parir-, es tan fácil como buscar una aguja en un pajar. También es muy fácil buscar una aguja en un pajar frente a la posibilidad de encontrar agua en Marte, o a un honrado en el Congreso de Colombia. Claro que hay cosas imposibles; a pesar de que una dama en una reunión de directivos de una empresa nacional quiso impactar con una frase que había aprendido de otro congreso: “No hay cosas imposibles, sino hombres incapaces”. Cuando la refuté, se me vino encima con grandísimo deseo de convertirme en incapaz:
- A ver, dígame cuáles cosas son imposibles-.
- Por ejemplo, viajar a Júpiter-, le dije.
- Pues eso algún día se logrará; no quiere decir que sea imposible-, aseveró con manifiesta terquedad.
- Que un hombre tenga un hijo, como una mujer-, propuse aún más terco.
- La ciencia puede transformar y acondicionar a un ser humano para lo que sea, que aún no lo haya hecho no quiere decir que sea imposible-, argumentó.
Antes de darme por vencido le dije que algo verdaderamente imposible era buscar una aguja en un pajar. De inmediato la recontraterca dejó de tratarme de “usted” y dijo confianzuda:
- Pues utilizá un imán-.
Imposible es quitarle la terquedad a esta “vieja”. Y como ustedes no son como la longeva esa, el diálogo que sigue es una muestra de cosa imposible:
-Doctor, quiero que mi marido se convierta en un toro-.
-Entonces desvístase, señora. Empecemos por los cuernos-.