martes, 17 de agosto de 2010

Lugares comunes a lo patojo

Buscarle la comba al palo

Algunos abogados más tramposos que un dado de cinco lados le hacen el quiebre a la ley; otros profesionales hacen lo mismo y lo disfrazan como buscarle la comba al palo.  Es como acomodar mis intereses y los de mi partido a las normas que impone la ley.  Que una licitación resultó desierta después de haberla convocado tres veces, le da facultad al ordenador para hacer la contratación en forma directa, sin licitación.  ¿Y cómo se logró que se declarara desierta la licitación?  Pues sencillo, se regó la bola de que ese contrato tenía nombre propio; los contratistas honrados -que los hay- no participaron para no perder tiempo y esfuerzo.  Preciso, el gerente adjudicó el contrato al sobrino del primo de la tía de la mujer, y, tan orondo, hasta lo publicó en el diario local para preservar la transparencia.  El cuarto grado de consaguinidad -hasta donde llega el impedimento- se obvió por un caso de enredo familiar que alejó, a distancia prudencial, el apellido objeto de sindicación.

Aquí, en esta tierra fértil para el amor y la poesía encontramos a personajes expertos en eso de buscarle la comba al palo.  Pongamos, por ejemplo, al negro Chará; serio, trabajador y nulo pendejo.  Por eso mantiene amigos a granel.  Sucedió en la esquina del Banco del Estado, cuarta con séptima de Popayán: llegó Afranio adonde su compadre el negro Chará, vendedor ambulante de chontaduros recién traídos del corregimiento Cuatro esquinas, municipio de El Tambo:

- Qui’ hubo, Chará, ¿cómo te va?-.
- Pues ahí como ves, Afranio, capoteando la vida.-
- Chará, tengo una necesidad urgente, ¿me podés prestar cincuenta mil pesitos?-.
- Cómo te parece, Afranio, que no te los puedo prestar porque tengo un convenio con el gerente del Banco del Estado-.
- ¿Cómo así, Chará?  ¿Qué convenio vas a tener?  Vos es por no prestármelos-.
- En verdad, tengo un convenio muy serio con el gerente-.
- ¿Y qué clase de convenio tenés?-.
- Pues que yo no puedo prestar plata aquí afuera, ni él puede vender chontaduros allá adentro-.