miércoles, 28 de abril de 2010

Lugares comunes a lo patojo

Averígüelo, Vargas

Francisco de Vargas fue el alcalde de la Corte española de Isabel la católica, entre mil cuatrocientos ochenta y cuatro y mil quinientos sesenta, a quien la Reina le encomendaba los asuntos más difíciles porque era más inteligente que su marido, el sonso de Fernando Segundo (¡seguro, era segundo!).  Con decirles que el verdadero descubridor de Cristóbal Colón, antes de que éste descubriera a América, fue Vargas, quien se dio a la tarea de averiguar -después de que la monarca le dijera imperativa: ¡Averígüelo, Vargas!- quién era ese marino sin barco, “desjaretao” en el vestir y en el hablar porque hacía un “vitute” con los idiomas italiano, portugués y español, de tanto hablar con las respectivas cortes.  Y Vargas, inteligente como era, recomendó a Colón y a su empresa ante la Reina; por eso estamos como estamos.  Si vamos a los orígenes, al único a quien hay que echarle la culpa de que seamos medio indios o medio negros o medio españoles, es a Vargas.  Entonces, para resumir, de doña Isabel la Católica y de este Francisco de Vargas viene la expresión cuya trascendencia ha superado los siglos: ¡Averígüelo, Vargas!  Hoy la repiten desde ministros hasta locutores de radio para indicar que no saben sobre lo que están tratando; la expresión viene a ser un escape ante la ignorancia manifiesta, es como echarle la culpa a otro por tamaña debilidad conceptual.

Un amigo inveterado de la democracia que nos aqueja, que siempre vota en las elecciones aunque sea para elegir representantes de padres de familia del colegio, se encontró un día, próximo a las elecciones municipales, con que había otro tipo que tenía su mismo nombre y apellido, la misma dirección y el mismo número de cédula.  Antes de invocar el ¡averígüelo, Vargas! para deshacer el entuerto, porque el registrador, de apellido Molano, no averigua nada, soltó esta definición de antología:

- Homonimia:  ¡Ese tipo, igual a mí, ahora sólo falta que tenga la misma mujer que tengo yo!-.

lunes, 19 de abril de 2010

Lugares comunes a lo patojo

Apretar las tuercas

Si queremos que nuestros hijos no sean mecánicos, es mejor apretarles las tuercas.  Una forma fácil como el jefe controla al subalterno es utilizando esta figura en forma taimada.  Primero comienza con una alusión a la calidad de trabajos que elabora Pánfila, la señora de los tintos, quien apenas tiene quinto de primaria.  Primer torque, pero efectivo.  Aquí no hace referencia al empleado especializado a quien está controlando; pero éste se siente señalado.  Después, cuando el jefe nota que el zoquete no reacciona como él quiere, le manda el segundo torque:

- Voy a hacer una reestructuración para mejorar la calidad de los procesos, y si me toca ascender a los empleados emergentes, lo hago-.

El especializado reacciona levemente, pero se considera imprescindible e imposible de reemplazar.  Al final el jefe aprieta las tuercas al exceso de que se rompen:

- Los especialistas se van pa’ la mierda; por cada especialista contrataré a dos técnicos que sí trabajen-.

Chao, especialista.  (“Especialista es el que sabe todo acerca de nada”).  También en el amor se aprietan las tuercas de una manera sutil:

- Creo, mi amor, que deberías ver las flores tan lindas que venden en esa floristería que se llama… ¿Cómo se llama?  ¡Ah, sí!  Corona de azahares-.

Lo que le quieren decir al bobo enamorado es que se anime al casorio.  El bobo, ya casado, dejó de ser bobo y cambió su estado: ahora es pendejo.  Bajo esta condición, la apretada de tuercas es casi directa:

- Mijo, no te vayas a demorar con tus amigos, porque tienes que acompañarme a la galería-.

Cuando el matrimonio está en las últimas, es el marido el que recobra su estado natural de tipo inteligente -ya no es menso, ni mucho menos pendejo- e impone sus condiciones -aprieta las tuercas hasta el tope-:

- Bertilda, no me cocines hoy, que llego tarde y comeré por fuera-.

Apretar las tuercas es lo más cercano a controlar conductas ajenas; por ejemplo hijos, subalternos, esposos, muchachas de servicio, alumnos proveedores y deudores, que están en relación directa con nosotros los que apretamos.  A nadie se le ocurriría apretar sus propias tuercas.