jueves, 28 de abril de 2011

Lugares comunes a lo patojo

Colgado de la brocha

¿Cuántas veces no sucedió?  Que el gerente de una empresa oficial obligara al interventor de obras civiles a dar por recibida una obra antes del treinta y uno de diciembre, sin terminar, para que no le centralizaran el presupuesto.  En sana lógica el responsable es el interventor, quien firma; pero eso de recibir algo en el papel, que no se ha entregado en la realidad, entraña un peligro semejante al pintor de brocha gorda (cuando se usaba, después de clausurar el hisopo) que está en el décimo piso por la parte exterior del edificio, se le cae el andamio y, por instinto de conservación, se agarra de lo único que tiene en la mano: la brocha.

En la administración pública puede suceder que el gerente denuncie subrepticiamente el hecho para prescindir del interventor; aquí el interventor quedó colgado de la brocha al confiar en la buena fe del gerente.  O puede ocurrir que el contratista reciba el pago y desaparezca sin terminar la obra; otra vez el interventor queda colgado de la brocha.  Un buen interventor no transa sus principios y nunca queda colgado de la brocha.  Un buen interventor permite que contratistas y gerentes pasen al patio de la prisión por pícaros, e impide que se llenen de ingenuos las cárceles.  Dicen que “todo ladrón juzga por su condición”; pero podríamos aventurar este dicho popular en el sentido inverso para elevarlo a la condición de axioma: “Todo honrado juzga por su honradez”.  Quien es honrado, cree y obra como si los demás lo fueran; por eso cae fácil ante los embaucadores o estafadores.

Quienes la pasaron normal -nadie resultó estafado- dada su edad, en los catanos, y condición de cobradoras del amor, en las meretrices, fueron dos parejas disparejas.  Par viejitos decidieron ir de galanes nocturnos por los “gulungunes” del sur, y como para todos hay surtido, se enredaron con dos damas de incierta belleza  de medianoche.  Pasada la aventura se encontraron al otro día:

- ¡Hola, Bladesmiro!, ¿cómo te fue anoche?-.
- Si vieras, Afortunio, que llegué a la pieza y caí como un pollo.  ¡Dormí toda la noche, sin ninguna interrupción!-.
- En cambio yo no dejé dormir a mi dama de compañía-.
- Cómo así.  ¿Te fue bien?  Contá-.
- Pues cómo te parece, Bladesmiro, que mi pareja no pudo dormir porque pasé toda la noche con una tosecita...-.