viernes, 6 de marzo de 2009

Lugares comunes a lo patojo.

A freír espárragos

 

De los espárragos tengo una lejana referencia cuando se producían en interminables lomas yendo para Cajibío, Cauca.  Parecía monte verde bien organizado, bello como un montón de chutos surrealista.  El gran descubrimiento fue saber que se comían como la yuca, desenterrándolos.  El gran problema fue saber que para comerlos como plato de gourmet, tenía que ir a Miami.  Allá los sirven como ostras en exótico plato tailandés que venden a precio de kilómetro de distancia importado.  A ningún zoquete Mayamón  -este es el gentilicio de los de Miami- se le ocurriría decir que los espárragos fueron traídos de la tierra de Efraín Orozco, porque los clientes, encima de que los comerían como envueltos de coca, los pagarían a precio de juguete chino.   Aquí no más, en Popayán, en la tienda de misiá Obdulia, por ahí por la octava, se encuentran espárragos pero son los que enfrascan con vinagre en Medellín y no los comen en Miami porque son tan feos como jugo de nabo en ayunas.  Los únicos pendejos que se los embuten somos nosotros, los mismos que exportamos manjares y le jalamos a la aguamasa.

 

Pero vamos a lo que vamos.  La expresión a freír espárragos tiene su cercana familiaridad con otra que se usa en bodegas de mala muerte: “Lo mandamos al carajo”.  Este equivalente no tiene la dificultad de determinar la incultura de quien lo dice; en tanto la original es tan elegante que hasta quien la recibe no tiene de otra que alistar la sartén y disponerse al martirio de ablandar con aceite unos palos tiesos, que se ponen más tiesos cuando la candela explota en preciosas figuras artificiales de aceite quemado.  Alcanza para quemar toda la batería de cocina.  En este momento el cocinero ya tiene la absoluta convicción de que es mejor quedarse callado en una discusión, casi perdida, para evitar que lo manden a freír espárragos, así sea la reconvención más elegante para llegar al carajo.

 

Un educador, como uno de los muchos que adornan el paisaje colombiano, tuvo la brillante idea de destacarse ante uno de sus alumnos universitarios diciéndole: “Como usted no pase por mi oficina para resolver su debilidad, en el examen lo mando a freír espárragos”.