A flor de piel
La piel de los niños es lo más parecido al pétalo de una rosa; a flor de piel es la tersura de una piel, la superficie que se ve y se siente como pétalo.
Dichosos los enamorados que tienen muy de cerca la percepción de las dos cosas: la piel y el pétalo. Las caricias sirven para eso; para descubrir los misterios del amor que resaltan a flor de piel. Quien sabe acariciar, sabe amar, y si es un hombre el que sabe, tiene ganado el paraíso y negada cualquier leve expulsión, así haya culebras de por medio. Si es una mujer quien tiene esta virtud, además de retener a su amor le alcanza para montar una sala de masajes. En esto de las salas de masajes, los hombres estamos descartados, a no ser que instalemos una sala privada, recién casados o solteros. En las salas de masajes las masajistas, bueno, son mujeres; y quienes reciben el servicio, bueno, son mujeres. Los hombres no aguantarían una mínima caricia a flor de piel por su sensibilidad extrema a las manos ajenas y femeninas, sensibilidad que se nota en insistente protuberancia. Es una limitante que descarta el que los hombres asistan a estas salas de masajes manejadas por mujeres; ahora, si las manejan hombres, peor; ningún hombre se dejaría tocar por otro hombre más allá del simple saludo. Que conste que me refiero a hombres y a mujeres; no he hecho referencia a otro tipo de seres cuya sensibilidad no conozco sino en pintura o en canciones.
Decía que sólo recién casado o soltero el hombre instalaría una sala de masajes en su casa. La razón es muy simple: de joven y soltero hay sensibilidad extrema y la novia no cobra; recién casado tiene masajista propia, cobra, pero uno no se da cuenta; además, goza de lo lindo. El problema surge después de treinta años de casado; no hay sala de masajes, la sensibilidad se ha perdido -por lo menos para las actividades caseras- y la mujer descarta cualquier caricia del marido con un “dejales eso a los muchachos, que ya estás viejo”. Hasta que viene la enérgica protesta del cincuentón hacia la consorte por la reciente compra de una mascota macho: “El perro sirve para que la mujer le acaricie las pelotas, algo que no hace con el marido”.