A todas luces
Algunas veces se refiere a esas luces de discoteca donde se esconden los amantes furtivos; otras, a luces de estudio de televisión que destacan la belleza flácida de las modelos muertas de hambre; también a luces naturales que iluminan en su justa dimensión al género humano, con su dudosa belleza. Sin embargo, creo estar convencido de que se trata de luz intelectual, de pensadores que trascienden la verdad a todas luces. Después de haber consultado la tesis y la síntesis entre los intelectuales que tenemos a la mano, decimos cuál es la verdad de la afirmación filosófica sin ninguna equivocación, porque ésta se ha sometido, a todas luces, a ingente escrutinio.
Nuestros políticos dicen que sus acciones son transparentes y están expuestas a público examen. Nosotros, los que estamos amaestrados para votar, sabemos que los políticos son, a todas luces, cínicos cuando no ladrones. Sus acciones son turbias y sus consecuencias oscuras. Pero votamos por ellos; si hubiera otros, seguiríamos votando por los mismos, por aquello de que “Es mejor malo conocido que bueno por conocer”.
Hay luces que ciegan, otras tenues que iluminan y las de más allá que embrutecen. La televisión, por ejemplo, ciega y embrutece. Mire bien los rayos que emite la pantalla; no son naturales y nuestros ojos no están acostumbrados a permanecer mucho tiempo a su exposición, luego deben tener consecuencias parecidas a mirar de reojo al sol en eclipse o a observar de frente a la vecina despampanante al trasluz de su alcoba. Casi todos mis amigos que manejan computador tienen unas gafas de intelectual astigmático; los que ven televisión sin descansar tienen anteojos “culo de botella”, con unos espirales como de manicomio en laberinto. Encima de lo anterior, nuestra función intelectual elemental -pensar- se atrofia por el cúmulo de imágenes reiteradas por frases hueras que el cerebro no alcanza a procesar. A todas luces, la televisión embrutece y ciega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario